
23 Ene ¿Adictos al petróleo?: Una perspectiva Latinoamericana
Una de las preocupaciones centrales en la política energética hoy en día es la elevada dependencia de los combustibles fósiles, no sólo por los problemas ambientales asociados a su exploración y explotación, también porque incrementos en los precios internaciones del petróleo que, en países importadores, incrementan la llamada «factura petrolera» y en países productores, generan rentas económicas que muchas veces alteran la estabilidad política de un país.
Muchos países de América Latina y el Caribe (ALC), sobre todo aquellos importadores netos de petróleo y gas natural realizan amplios esfuerzos en dos ámbitos: 1) el uso de fuentes de energía renovables y; 2) políticas de eficiencia energética. Dentro el primer grupo la producción de biocombustibles y el uso de energías no convencionales (viento, sol, geotermia, etc.) son parte sustantiva en la agenda energética regional; por otra parte, la inversión en el desarrollo de ciencia y tecnología para el aprovechamiento de nuevas fuentes de energía ahora tiene un interesante repunte, «gatillado» en gran parte por los elevados precios del petróleo.
Pese a ello, el comportamiento del consumidor latinoamericano parece dirigirse en sentido contrario, en efecto, la siguiente figura presenta la participación del petróleo, sus derivados y gas natural en el consumo total de energía para los años 1970 y 2023, utilizando datos de OLADE. Es evidente que dicha participación se incrementó durante este período de 55% a 60%, de hecho el consumo promedio por habitante el año 1970 era 2.4 barriles equivalentes, indicador que casi se duplica y alcanza los 4.2 barriles el año 2023, lo que evidencia que no sólo el consumo se incrementa por un aumento natural de la población, sino que también cada persona consume más petróleo y gas natural.
Fuente: SIEE – OLADE
¿Qué se puede esperar en el futuro? El año 2024 la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) realizó un estudio de prospectiva hasta el año 2050 para ALC. Uno de los resultados más llamativos de este ejercicio es que, bajo un escenario tendencial, la participación del consumo de petróleo, derivados y gas natural sería 52% del consumo total de energía. Si se comparan estas cifras con la observada el año 1970, se advierten pocos cambios respecto al consumo de este tipo de energía.
¿Qué se puede hacer? Si bien es muy difícil lograr que el consumo de petróleo, derivados del petróleo y gas natural disminuya en el corto plazo, bien podrían instrumentarse algunas medidas que generen un cambio en la matriz energética, algunas de ellas (que por supuesto, no son las únicas)se detallan a continuación.
Impulsar sistemas de transporte masivo que en lo posible utilicen energía proveniente de fuentes alternativas. Si bien esta medida es de difícil cristalización, toda vez que el sector de transporte público en Latinoamérica es una fuente generadora de empleo importante, bien podrían generarse acciones conjuntas entre el Estado y los actuales trabajadores de este sector para lograr soluciones consensuadas y sostenibles, pese a que la cantidad de personas empleadas, bajo el nuevo escenario, sería menor.
Eliminar los subsidios a los precios de las gasolinas y diésel. En muchos países productores de petróleo existe la tentación (a la que muchas veces se cede) a subsidiar el precio de estos dos productos, ello asociado a una disminución en el costo de adquisición de vehículos, generó un crecimiento explosivo en el autotransporte público. Por ello, fijar los precios de estos derivados en función a la cotización internacional del crudo, podría frenar el crecimiento de este sector.
En general la literatura observa que los subsidios a los precios de la energía tienden a ser regresivos, es decir, los más beneficiados de ellos son personas de ingresos medios y altos, dado que los pobres de un país generalmente utilizan leña, guano, etc. Por ello, sincerar el precio de la energía parece una posible estrategia para que la política de eficiencia energética sea promovida desde las personas.
Ante la pregunta del título, la respuesta en un contundente sí. Durante las pasadas décadas y, si todo sigue como hasta ahora, en las próximas dos, el consumo de combustibles fósiles (petróleo, derivados y gas natural) representó y representará más del 50% de la energía consumida en América Latina y el Caribe, donde el consumo del sector autotransporte es quizás uno de los más importantes. Ante esa situación es necesario rediseñar la intervención del Estado, limitando su apetito por subsidios a los precios de la energía fomentando la provisión de sistemas de transporte masivo y eficiente.
S. Mauricio Medinaceli Monrroy
Bogotá
23 de enero de 2025
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