¿Adictos al petróleo?: Una perspectiva Latinoamericana

¿Adictos al petróleo?: Una perspectiva Latinoamericana

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Una de las preocupaciones centrales en la política energética hoy en día es la elevada dependencia de los combustibles fósiles, no sólo por los problemas ambientales asociados a su exploración y explotación, sino también al reciente incremento en los precios internaciones del petróleo que, en países importadores, incrementa la llamada «factura petrolera» y, en países productores, generan rentas económicas interesantes que muchas veces alteran la estabilidad política de un país.

En este sentido, muchos países de América Latina (AL), sobretodo aquellos importadores netos de petróleo y gas natural, realizan amplios esfuerzos en dos ámbitos: 1) el uso de fuentes de energía renovables y; 2) políticas de eficiencia energética. Dentro el primer grupo la producción de biocombustibles y el uso de energías no convencionales (viento, sol, geotermia, etc.) son parte sustantiva en la agenda energética regional; por otra parte, la inversión en el desarrollo de ciencia y tecnología para el aprovechamiento de nuevas fuentes de energía, ahora tiene un interesante repunte, «gatillado» en gran parte por los elevados precios del petróleo.

Pese a ello, el comportamiento del consumidor Latinoamericano parece dirigirse en sentido contrario, en efecto, la Figura 1 presenta la participación del petróleo, sus derivados y gas natural en el consumo total de energía para los años 1970 y 2009. Es evidente que dicha  participación se incrementó durante este período de 54% a 62%, de hecho el consumo promedio por habitante el año 1970 era 2.5 barriles equivalentes (de ambos productos), indicador que casi se duplica y alcanza los 4.3 barriles el año 2009, lo que evidencia que no sólo el consumo se incrementa por un aumento natural de la población, sino que también cada persona consume más petróleo y gas natural.

1: Consumo de Energía

Fuente: SIEE – OLADE

¿Qué se puede esperar en el futuro? La Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) el año 2009 realizó un estudio de prospectiva hasta el año 2032 para ALC. Uno de los resultados más llamativos de este ejercicio es que, bajo un escenario tendencial, la participación de los combustibles fósiles representará el 63% del consumo total de energía y, en un escenario con elevado crecimiento económico y políticas de eficiencia energética activas, dicho porcentaje cae a 62%. Si se comparan estas cifras con la observada el año 2009, se advierten pocos cambios respecto al consumo de este tipo de combustibles. ¿Por qué sucede ello? Lo que acontece es que, en el escenario alternativo, pese a los esfuerzos por sustitución de combustibles y mayor eficiencia energética, el crecimiento de la producción de energía con fuentes alternativas es menor al crecimiento de la población, por ello, en el agregado el cambio es muy sutil.

¿Dónde radica el problema central? De acuerdo a las estadísticas utilizadas para la construcción de los escenarios de prospectiva por parte de OLADE, se advierte que el principal consumidor de petróleo y derivados es el sector del autotransporte, en particular, el público. Por ello, revertir la actual tendencia en el consumo de combustibles fósiles pasa, necesariamente, por modificar la estructura de consumo energético de este sector en América Latina y El Caribe.

¿Qué se puede hacer? Si bien es muy difícil lograr que el consumo de derivados del petróleo y gas natural disminuya en el corto plazo, bien podrían instrumentarse algunas medidas que generen un cambio en la matriz energética, algunas de ellas se detallan a continuación:

Impulsar sistemas de transporte masivo que, en lo posible, utilicen energía proveniente de fuentes alternativas. Si bien esta medida es de difícil cristalización, toda vez que el sector de transporte público en Latinoamérica es una fuente generadora de empleo importante, bien podrían generarse acciones conjuntas entre el Estado y los actuales trabajadores de este sector, para lograr soluciones consensuadas y sostenibles, pese a que la cantidad de personas empleadas, bajo el nuevo escenario, sería menor.

Eliminar los subsidios a los precios de las gasolinas y diesel oil. En muchos países productores de petróleo, existe la tentación (a la que muchas veces se cede) a subsidiar el precio de estos dos productos, ello asociado a una disminución en el costo de adquisición de vehículos, generó un crecimiento explosivo en el autotransporte público. En este sentido, fijar los precios de estos derivados en función a la cotización internacional del crudo, podría frenar el crecimiento de este sector.

En general la literatura observa que los subsidios a los precios de la energía tienden a ser regresivos, es decir, los más beneficiados de ellos son personas de ingresos medios y altos, dado que los pobres de un país generalmente utilizan leña, güano, etc. Por ello, «sincerar» el precio de la energía parece una posible estrategia para que la política de eficiencia energética sea promovida desde las personas.

Ante la pregunta del título, la respuesta en un contundente sí. Durante las pasadas cuatro décadas y, si todo sigue como hasta ahora, en las próximas dos, el consumo de combustibles fósiles (petróleo y derivados) representó y representará más del 60% de la energía consumida en América Latina y El Caribe, donde el consumo del sector autotransporte es quizás uno de los más importantes. Ante esa situación, es necesario rediseñar la intervención del Estado, limitando su apetito por subsidios a los precios de la energía e incrementando su participación en la provisión de sistemas de transporte masivo.

Mauricio Medinaceli Monrroy

La Paz, Diciembre 2010

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