Ese agente representativo… Maradona

Ese agente representativo… Maradona

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En esos fantásticos años que me tocó vivir y estudiar en Chile estudiamos (mis amigos y su servidor) lo «que estaba de moda»… como siempre. Y lo que estaba «de moda» en ese momento, además de escuchar a Kurt Cobain y Sabotage de los Beastie Boys, era vincular la microeconomía con la macroeconomía, es decir, añadir el comportamiento del agente representativo a las variables «macro» ¿Qué, qué, qué? Que en esa época, a los modelos «macro» se añadía (y agregaba) el comportamiento del agente «representativo» para, de alguna manera, simular lo que sucedía en la sociedad al momento de implementar alguna política económica. Aún recuerdo una divertida anécdota, cuando un estudiante preguntó al ayudante/profesor «¿y quién es este agente representativo?», puesto que el ayudante/profesor nació en Argentina, respondió: «¿Y quién más?… Maradona».

Un poco la  historia, desde mi punto de vista, va de esta manera: Adam Smith tarda diez años analizando el comportamiento económico de los europeos y escribe un libro conocido como «La Riqueza de las Naciones» (ojo, que no es el título original); luego, amigos que interpretan al Sr. Smith y encasillan a la economía en un cubo cerrado y eficiente, donde todo se equilibra y la gente es feliz; viene la depresión, viene la segunda guerra mundial y ello da paso a personas, como el Sr. Keynes, quien no se la creen «eso» de equilibrar mercados y apoya una fuerte injerencia del Estado; alborotos de por medio… la vida continúa y un Sr. Lucas nos dice que la economía no es un cubo equilibrado, sino que existen personas dentro este cubo que también interactúan «de forma racional» ocasionando que las recetas ortodoxas no siempre funcionen; así la economía comienza a introducir al análisis el «comportamiento racional» de este consumidor. Algunas cosas cambian, otras no tanto, pero si algo permanece es la dificultad en su estudio, ecuaciones, modelos, algoritmos… tuvieron ocupados, a más de uno, por muchas madrugadas. La principal novedad de esta época es que se comprendió que existen millones de personas que toman decisiones «racionales» que, de una forma u otra, cambian la dirección de la política económica. Por ejemplo, si usted anuncia que el próximo año habrá «gasolinazo» sepa que desde mañana el precio de todos los bienes se verá incrementado, dado que… no somos «sonsos» pues.

La pena de estos modelos es que asumían que todos… sí, todos nosotros actuábamos de igual manera (hilarantemente como Maradona), pero bueno, usted y yo sabemos que la «cosa» no funciona así, que el ser humano es complejo, particular y, muchas veces, medio loco. Por ello, y gracias a la abundante información disponible y los microcomputadores, ahora no se asume «el agente representativo» (Maradona), ahora es posible preguntar (a través de encuestas) qué hace la gente en materia económica y luego contrastar ello, de la mejor forma posible, con los indicadores macroeconómicos… como la tasa de crecimiento del PIB, por ejemplo. Algo así hicimos con el grupo de Prisma en una de las convocatorias al PIEB, ahí tuve la fortuna de trabajar con el Dr. Grebe, Rodrigo y Cristina en un proyecto que intentó este ejercicio para la economía Boliviana, es decir, vincular las encuestas de hogares con los indicadores macro en Bolivia. Uno de los resultados más entretenidos de este estudio es el que quiero compartir con usted ahora.

Un gran amigo, Alejandro Mercado, cierta vez me dijo que la tasa de crecimiento de la economía era un indicador engañoso, porque era agregado. Por poner un ejemplo, si su cabello crece en 20% y su masa muscular decrece en 15% ¿podría afirmar que su cuerpo creció 5%? Algo así de raro pasa cuando analizamos la tasa de crecimiento de la economía  (PIB), es un promedio que oculta muchas cosas, entre ellas, la pobreza y desigualdad. He ahí el desafío del equipo, no sólo verificar la tasa de crecimiento del PIB, sino también, entender cómo las personas, al interior de la economía, mejoran (o no) sus ingresos.

Yo soy una persona de la década de la eficiencia, sin embargo, veo que el planeta va en otra dirección, ya se anticipaba algo cuando Manu Chau dijo » Para todos todo… para nosotros nada» o cuando, en el nuevo Batman (The Dark Knight Rises), el tema de la redistribución de la riqueza se presenta tan latente. Por ello, quiero presentarles los resultados más entretenidos de la investigación que hicimos con el PIEB y el instituto PRISMA. Ellos se reflejan en la siguiente tabla que contrasta, el crecimiento económico, con la pobreza y la distribución del ingreso, ante un crecimiento del 5% en las exportaciones de cada sector.  Hice dos tablas, una de «caritas» y otra con los datos más precisos (para la pobreza utilicé el método de la línea de la pobreza y en el tema de desigualdad, el coeficiente de Gini) espero que ambos sean de utilidad.

Los resultados son, creo, interesantes, por ejemplo, si las exportaciones del sector hidrocarburos crecen, ciertamente se observa un crecimiento económico, pero la pobreza empeora así como también la desigualdad en la distribución del ingreso; por otra parte, si las exportaciones del sector campesino crecen (y ello no se refleja en mayores precios a la ama de casa), la economía crece menos (comparando con el sector hidrocarburos) pero disminuye la pobreza y no altera la desigualdad en la distribución del ingreso, a este escenario le llamo «campesino sin inflación». Otro ejemplo lo da el sector de la industria, si este sector incrementa sus exportaciones, genera «dos caritas felices» de crecimiento (bien), no genera tanta pobreza como el sector hidrocarburos (sólo tres caritas tristes) y tiene un impacto neutro sobre la desigualdad en la distribución del ingreso.

¿Es el sector hidrocarburos «malo» por defecto? Es decir, socialmente ¿Nos va peor cuando este sector crece? La respuesta que brinda este modelo es así: no es malo que el sector hidrocarburos crezca, dado que genera jugosos ingresos, el problema surge al momento de distribuir los beneficios. En general, la política pública tiende a distribuir estos ingresos de forma no progresiva, es decir… no le llega al campesino pues.

Mientras esta bonanza no mejore la productividad del trabajador boliviano, nuestro pequeño, olvidado y querido país seguirá promediando el gran crecimiento del cabello (alto gasto del Gobierno) con el poco crecimiento de la masa muscular… mayor inversión.

Mauricio Medinaceli Monrroy

La Paz, 30 de Julio de 2012

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