Las Reservas del Banco Central: ¿Realmente son ahorro?

Las Reservas del Banco Central: ¿Realmente son ahorro?

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Luego de muchas semanas de ausencia retorno a este abandonado (pero nunca olvidado) blog, es casi una vergüenza que no haya escrito nada en el mes de febrero, pero bueno… ayer el Santi me dijo que me quiere mucho y ello me anima a seguir adelante.

Ya en materia, comentarles que en general los economistas tendemos a quitarle la gracia a todo lo que tocamos, digamos estamos 180 grados respecto del Rey Midas. ¿Por qué digo ello? la otra vez un buen amigo comentó lo mucho que le gustó la actuación de Juan Luis Guerra con su canción «Ojalá que llueva café» (quizás ése no es el título) a lo que su servidor respondió que los artistas son muy buenos con las letras y tonadas, pero que su economía no era muy alentadora… por una sencilla razón: si llueve café, la oferta de este producto se incrementa, disminuyendo el precio y castigando a los países productores. De esta forma, aunque parezca tremendamente lindo bailar «pegadito» con esta canción, los países productores deberían pedir «ojalá NO llueva café».

Naturalmente la anécdota que cuento en el párrafo anterior dista mucho del tema que quiero comentar, sin embargo, ayuda mucho para atraer su valiosa atención. Bien… insisto una vez más en que los economistas fallamos en explicar las cosas a las personas, en general nos gustan los conceptos rebuscados y las derivaciones técnicas que sólo nos alejan del mundo, así que es necesario estudiar, preguntar y rebuscar mucho para poder, después, exponer un punto «en facilito».

Dado que mi «fuerte» es la economía energética, pregunté a muchos amigos sobre la propuesta de  prestar las reservas del banco central para proyectos de toda naturaleza. Ellos, mis amigos, me explicaron con mucho detalle sus puntos de vista, lo que agradezco completamente, pero aún me queda la duda de cómo explicar este tema con un ejemplo, así que ayer hice la prueba con mis alumnos y los resultados fueron muy buenos, por esta razón, me animo a escribir sobre ello.

Imagine dos edificios uno es Brasil y el otro Bolivia, ambos son lindos, elegantes y la gente que vive en ellos es muy orgullosa de su patria, curiosamente el carnaval en ambos países es de los más vistosos de la región… ok, pero ésa es otra historia. Ahora bien, imagine que en el edificio «Bolivia» descubren gas natural y gracias a ello deciden vender una muy buena parte de este producto al edificio «Brasil». De esta forma, durante 25 años los administradores del edificio «Bolivia» discuten y acuerdan con los administradores del edificio «Brasil»,  cómo se venderá este gas. Los resultados son positivos y en el año 1999 se inaugura el gasoducto de exportación desde Bolivia hacia Brasil.

Todo es gozo, todo es alegría, de hecho… el año 2007 los precios de exportación de este gas alcanzan valores  insospechados (hasta 8 veces más de lo que inicialmente se pensó) y las personas que viven en el edificio «Bolivia» más su administrador la pasan «de luxe». Todas las semanas viene alguien del edificio Brasil y entrega US$ 50 millones al administrador del edificio «Bolivia» por el gas que compra… Naturalmente las personas que viven en el edificio «Bolivia» (y en especial su administrador) se encuentran en el éxtasis completo, compran muebles, compran comida, mejoran las condiciones de vida de los pisos más pobres… en fin, todo es alegría.

En pleno gozo, lo que sucede es lo siguiente: el administrador del edificio «Brasil» entrega al administrador del edificio «Bolivia» los US$ 50 millones, pero claro, el administrador del edificio «Bolivia» no entrega dólares a las personas que viven en su edificio, les entrega unos papelitos llamados Bolivianos (¿alguna vez jugaron monopolio?). Así, las personas que viven en el edificio «Bolivia» reciben estos papelitos y juegan dentro el edificio… en realidad nunca ven ni uno de los dólares que pagó el edificio «Brasil», porque estos dólares están «guardados» en el banco central.

Todo parece magia, el banco central tiene dólares, la gente tiene Bolivianos y el Santi me dice que me quiere mucho ¿qué puede salir mal? Bueno, el problema surge cuando la gente del edificio «Bolivia» ya no quiere jugar con estos papelitos llamados Bolivianos y quiere visitar otro edificio, digamos «Argentina», así que agarra sus papelitos y va al banco central para cambiarlos por dólares. Naturalmente el banco está en la obligación de darle sus dólares a cambio de papelitos porque… vamos, ¿dónde más nos aceptan nuestros papelitos? Por ello se dice que las reservas del banco central son el famoso «respaldo» de los papelitos con los que jugamos en el edificio «Bolivia».

Naturalmente los dólares que gentilmente nos pagó el administrador del edificio «Brasil» no pueden estar «guardados» en alguna bóveda, por ello, se diseñaron mecanismos para que una parte pueda invertirse en bancos de extrema confianza (usualmente llamados triple A). Pero entonces ¿qué sucede en Bolivia? pasa que en lugar de invertirlos en bancos de extrema confianza, se decidió invertir en emprendimientos criollos, es decir, financiar aventuras industriales de los parroquianos del edificio «Bolivia», entonces la pregunta es clara: ¿con las reservas, con los dólares, los habitantes del edificio «Bolivia» harán jacuzzis o genuinos proyectos rentables?

Existe un grupo de economistas (radicales realmente) que está completamente a favor del regreso al patrón oro, es decir, consideran que haber dado a los bancos centrales la potestad de imprimir billetes (así como los de monopolio) es como haberle dado «guillete a un mono», por ello, el buen y viejo patrón oro recobra importancia. Ante ello me pregunto ¿cómo funcionaría el patrón oro en un mundo altamente tecnológico como el que vivimos? sólo encontré una respuesta… cuando llegue fin de mes encontraremos un mensaje en nuestro celular: «Mi estimado Sr. (o Sra.) su sueldo ya fue abonado y es el equivalente a 4 onzas troy de oro, gracias por su visita».

Mauricio Medinaceli Monrroy

La Paz y Houston, febrero y marzo del 2012

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