Lecciones desde Bután

Lecciones desde Bután

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Hace algunos años trabajé con el Gobierno de Bután en la reforma impositiva que llevaron a cabo en el país. Gracias a ello, tuve la fortuna de conocer parte de la cultura en este lindo país. En una de las visitas que hice me quedó marcada la charla que tuve con la contraparte del gobierno y que terminó siendo un gran amigo mío:

– Tengo pena venir a un país tan lindo y trabajar en un modelo que aumentará los impuestos a la gente. (Yo)

– No te apenes Mauricio. Aquí, en Bután, trabajamos para tener un sistema tributario eficiente y así no explotar nuestros recursos naturales. (Mi amigo butanés)

Mientras en otras partes del mundo, la llamada “defensa de los recursos naturales” implica una mayor captura de la renta petrolera, ya sea mediante el incremento de las regalías (o impuestos) o, a través de la explotación directa de los recursos naturales por parte del Estado; en Bután, la defensa de los recursos naturales implica su no explotación.

Ahora bien. Como en Bután preservar los recursos naturales (en especial sus bosques y recursos hídricos) tiene asociados costos importantes. Uno de ellos, como lo relaté previamente, es que los gastos del Estado deben ser financiados con los impuestos hacia las personas. Menciono la palabra “costos” porque es mucho más cómodo pagar los gastos del Estado con las regalías aplicadas a los recursos naturales que con mayores impuestos, ciertamente.

Aunque estoy tentado a explorar (en este texto) las razones que llevan a las personas en Bután a tener un determinado sistema tributario para proteger los recursos naturales, no lo haré. Lo que me gustaría destacar, con este lindo ejemplo, es que la transición energética implica también una transición fiscal. ¿Qué, qué?

Estoy seguro de que todos nosotros queremos cuidar el medio ambiente, que deseamos tener un aire más puro, que el agua no esté contaminada, proteger a los animalitos (lo veo todos los días con mi Santi), tener plantas de reciclaje de basura, tener bosques diversos que den sombra, es decir, creo que muchos de nosotros queremos un mundo amigable con el medio ambiente.

Pero también estoy seguro de que a muchos de nosotros nos gusta tener dinero (directa o indirectamente) de las regalías del gas, de la tala de bosques, de la producción y procesamiento de carne, de la producción de monocultivos, de la producción y separación (con mercurio) de oro, es decir, nos gusta tener dinero en el bolsillo y, muchas veces “hacemos la vista gorda” sobre el origen de estos recursos. De ahí, desde mi perspectiva, que es muy difícil lograr que el ser humano (nosotros) pague los costos por cuidar el medio ambiente.

El desafío es gigante. Por ejemplo, ¿quién tiene mayor probabilidad de ganar una elección nacional o regional? ¿El candidato que ofrece mayores regalías al gas natural y distribuirla a la gente? O ¿el candidato que ofrece subir impuestos y quitar subsidios para cuidar el medio ambiente? Justamente a eso le llamo “transición fiscal”, lograr que los gastos del Estado (salud, educación, etc.) sean financiados con impuestos a las personas, en lugar, de regalías a los recursos naturales. Así como intentan hacerlo en Bután.

¿Cómo se logra ese nivel de madurez? Una posibilidad, creo yo, es mayor no educación a nuestros niños y jóvenes, así con el “no” por delante. Pero ¿qué es esto?, ¿no educación? Quizás poco se puede hacer con nuestra forma de pensar, la de los viejos. Pero sí podemos no pasarles a nuestros hijos esta visión, nuestra visión. Quizás podemos cortar ese círculo vicioso con nuestra generación y enseñar a los niños y jóvenes que también se puede tener dinero cuidando el medio ambiente. Podemos ayudarles a no tener comportamientos rentistas, dándoles los instrumentos para que puedan ganar sus pesos sin pelear por la renta del gas.

Acabo de leer un libro titulado “Estudios Otomanos”, en él, su autor relata cómo fue preocupación de muchos líderes en el Imperio Otomano el contenido de los cursos a nivel escolar… así es, lo que sus niños aprendían. Quizás sea hora de discutir qué les estamos enseñando a nuestros niños o, mejor, tal vez sea hora de que aprendamos de ellos, aprendamos su cariño a los animales, aprendamos la empatía que muchas veces demuestran. Quizás es hora de dejar de contaminarles, literal y figurativamente.

S. Mauricio Medinaceli Monrroy

La Paz, 21 de julio de 2022

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