Morir de y con hambre

Morir de y con hambre

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Dos hechos me causaron profunda pena en las últimas semanas. El primero se relaciona con la posibilidad de que 20 millones de personas estén al borde de la hambruna en África, se incluyen 1.4 millones de niños que están con riesgo de muerte, ver este link para mayor información. El segundo hecho fue la muerte de Eva Quino (una niña que vivía en la ciudad de El Alto) debido a la falta de alimentos… es decir, murió de y con hambre.

No puedo siquiera imaginar la situación de todas las mujeres, hombres, niñas y niños que describí en el párrafo anterior. En este contexto cabe una pregunta: ¿Cómo es posible semejante situación medieval en pleno siglo XXI? ¿Cómo es que luego de tanta tecnología existan personas que no puedan tener un poco de comida al día? ¿Por qué tanta indiferencia nuestra?

Hace un par de semanas visité Sudán del Sur (que es uno de los países al borde la hambruna) para completar un trabajo que había iniciado el año pasado. Luego de un par de reuniones me invitaron a almorzar con ellos, durante dicho almuerzo me comentaron que el pescado que comíamos era del río Nilo… de hecho, era una comida especial debido a mi presencia. Me contaron que no son muchos los consultores que ahora quieren visitar el país por los riesgos inherentes. Resta decir lo tremendamente bendecido que me sentí al sentir el cariño de la gente, a través de un plato de comida me agradecen la (seguramente poca) ayuda que puedo darles en temas de hidrocarburos.

No pude evitar preguntar a mis amigos sobre la situación de hambruna en el país, ellos me comentaron que en efecto, en las zonas de conflicto armado hay una escasez de comida severa y peor aún, no es posible ayudarles por dicho conflicto. En esta zona, el año pasado las personas disminuyeron de 3 comidas por día a 2, este año el riesgo es disminuir a una.

De regreso a Afganistán me entero, a través del internet, la muerte de la niña Eva Quino. Una niña de doce años cuya miseria (de ella, su familia… y quizás de nuestra sociedad) quedó al descubierto en varios medios de comunicación. Seguramente muchas personas (donde me incluyo) se preguntan ¿Cómo es posible esto? Cómo es posible que una niña muera de hambre cuando basta con ver alrededor a personas botando comida a la calle.

El profesor Amartya Sen (premio Nobel de Economía el año 1998) tiene una hipótesis interesante sobre las hambrunas en el mundo, él explica que curiosamente varias de aquellas observadas en el pasado se presentaron en situaciones de abundante oferta de alimentos, ver una de tantas referencias en este link. Es decir, según el profesor Sen (y yo completamente de acuerdo) una hambruna no se presenta únicamente por la falta de alimentos, si no, por la poca capacidad de las personas para acceder a ellos.  Entonces la pregunta central es ¿Cómo incrementamos la capacidad de las personas para acceder a alimentos? Las respuestas del profesor Sen usualmente se concentran en mayor educación, menores conflictos armados (mayor democracia), mejores instituciones y naturalmente mayor libertad para las personas. Por ello, gran parte del aporte teórico del profesor Sen está centrado en incrementar las capacidades de las personas.

Creo que una forma para ayudar en estas infames situaciones, seguramente no la única, es lograr conectar a las personas que quieren ayudar con aquellas que necesitan ayuda. Esta “conexión” se consigue a través de instituciones (reglas del juego) públicas y privadas que logren resolver este evidente problema o “falla” de mercado. Pero claro, la solución anterior parte del supuesto de que existen personas que “quieren ayudar”. ¿Cómo resolver el problema de la indolencia? En un afán por intentar responder esto les invito a ver la charla de J. Sachs – de quien ciertamente no soy fan, pero puedo reconocer un gran aporte – sobre este tema, ver el link.

Desde mi amigo afgano (el de la limpieza) que me demuestra cariño ofreciéndome una taza de té, pasando por la persona encargada de mi transporte quien se preocupó (por señas) sobre mi dolor de espalda, mi amigo de Sudán del Sur quien fue generoso conmigo con una delicia del río Nilo y llegando a un coterráneo paceño quien murió por ayudar a una persona, estoy seguro que hay gente buena en este mundo, será tarea de todos nosotros lograr que esa bondad llegue a las personas que la necesiten a través de buenas instituciones, tanto internas (respeto por uno mismo y por el resto, amor, sabiduría, y otras) como externas.

Con menos de una semana para regresar a la Patria querida, no dejo de pensar en tantos amigos peruanos que en este momento la tienen difícil, sólo espero que esa paz luego de la tormenta los encuentre más unidos y fuertes que nunca.

Mauricio Medinaceli Monrroy,

Kabul

Marzo 21, 2017

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