¿Qué puede aprender Bolivia de Uruguay y Afganistán?

¿Qué puede aprender Bolivia de Uruguay y Afganistán?

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Hay pocos discursos, sobre todo político–partidarios, que naveguen en aguas tan seguras como aquellos que invocan al cambio en la matriz energética para utilizar las llamadas “energías limpias”. Ya sea que usted se encuentre en una gran conferencia a nivel internacional, sea expositor en una conferencia de zoom o, finalmente, amenice un almuerzo familiar, si utiliza palabras como “energía solar”, “biocombustibles” y “eficiencia energética” tenga por seguro que causará un buen impacto entre las personas.

La razón para esta situación es clara, existe cierto consenso en el mundo, sobre todo en sus habitantes más jóvenes, sobre la necesidad de disminuir la contaminación ambiental originada en el consumo de combustibles fósiles. Esta “conciencia mundial” surge por la abundante información estadística que da cuenta de la casi urgencia por encontrar formas más “amigables” con el medio ambiente, para que usted cargue su celular o vaya todos los días de su casa al trabajo.

En esta línea ¿Cómo vamos en Bolivia? Para responder a esta pregunta debo recurrir a la ingrata tarea de establecer un criterio de comparación, o de forma más clara, debemos compararnos con algún país y ello no deja de tener un componente subjetivo.

Dicho esto, quisiera comparar a Bolivia con Uruguay y, a los dos, con América del Sur en su conjunto. Uruguay no solo me gusta por la calidad y calidez de su gente, por Benedetti y sus asados. Desde una perspectiva energética es un país que destaca positivamente, les invito a que presten atención a este país cuando revisen cuadros comparativos a nivel internacional, se llevarán una grata sorpresa.

A continuación, presentaré las estadísticas sobre consumo de energía y eficiencia energética, la fuente de información es la gran base de datos de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE).

Las Figuras 1, 2 y 3 muestran el consumo de energía (por fuente) durante el año 2019, para Bolivia, Uruguay y América del Sur. ¿Cómo se leen estas Figuras? En el caso boliviano, de toda la energía final consumida el 85.4% provino de combustibles fósiles, gas natural y derivados del petróleo; 10.5% tiene como fuente electricidad (que a su vez se genera con gas natural o hidroelectricidad) y el resto. Si bien hubo un avance con el consumo de gas natural, este producto no deja de ser un combustible fósil.

Ahora veamos Uruguay (Figura 2), si bien el consumo final de energías fósiles es importante (37.8% por derivados del petróleo), el uso de energía solar, eólica y otros representa el 27.5% del total, un cómodo segundo lugar, finalmente la electricidad no se queda atrás y representa el 20.7%. Dicho sea de paso, casi la totalidad de esta electricidad proviene de fuentes hidroeléctricas; no como en el caso boliviano, donde más del 50% proviene de la quema de gas natural.

Finalmente, en el caso de América del Sur (Figura 3) vemos que su dependencia del consumo final de combustibles fósiles es alta, entre derivados del petróleo y gas natural sobrepasan el 60%. El consumo de electricidad alcanza el 19.8% donde menos de la mitad se genera en centrales hidroeléctricas. En simple: el consumo final de energía en América del Sur tiene una fuerte dependencia de combustibles fósiles. Lo que habla muy bien de Uruguay.

Figura 1

Figura 2

Figura 3

Ahora pasemos a otro indicador, esta vez de eficiencia energética, la llamada Intensidad Energética que mide cuánta energía (barriles equivalentes de petróleo) se consume por cada USD 1,000 del Producto Interno Bruto (PIB). ¿Cómo se interpreta este indicador? Valores altos implican menor eficiencia energética, porque un valor elevado implica que el país necesita mucha energía para generar USD 1,000 de “riqueza”.

La Figura 4 muestra este indicador para Bolivia, Uruguay y América del Sur. Como lo esperaba, Bolivia está muy por encima de Uruguay y, a su vez, Uruguay está por debajo de América del Sur, por tanto, tiene una mayor eficiencia energética. Estas cifras son típicas de países productores e importadores netos de energía, en el caso boliviano, al ser productor neto de energía (nos damos el lujo de exportar gas natural) tendemos a utilizarla de manera ineficiente, vea la impactante Figura 5.

No son pocas las veces que escucho a personas la siguiente frase: “Llegué a casa y encendí la TV solo para no sentirme solo(a)”. Le lanzo el siguiente desafío: ¿Cuántos kWh consumió su hogar el mes pasado? Si no lo sabe es porque no está atento a su nivel de consumo de electricidad. En cambio, en los países importadores netos de energía las personas son más eficientes y ahorran más… porque la importación no es barata. ¿Sabe dónde las personas conocen muy bien cuánto consumieron en electricidad? En Afganistán, porque ese país (muy querido para mí) importa casi la totalidad de esta fuente de energía a precios tremendamente elevados; entonces los consumidores deben pagar esos precios (entre los más altos de la región) y, por ello, ahorran hasta el último kWh.

Figura 4

Figura 5

Cuando una sociedad enfrenta precios subsidiados de la energía tiende a ser ineficiente en su uso y, peor aún, no sale de zona de confort construida con base a combustibles fósiles. En cambio, cuando los precios reflejan los costos de producción y los costos ambientales, las sociedades tienden a ser más eficientes y, además, se animan a experimentar con nuevas fuentes de energía.

¿Cuál es la pena? Que un candidato a presidente, gobernador o alcalde utilizará el discurso de energías limpias y mayor eficiencia para ganar votos, pero será muy difícil que nos hable sobre la eliminación de subsidios, porque eso, querido lector, no gana simpatizantes. Entonces, como corolario, ¿quién debería cambiar? ¿el candidato que ofrece lo que la gente quiere? ¿o lo que la gente le pide al candidato?

S. Mauricio Medinaceli Monrroy

La Paz, mayo 11 de 2021

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