YPFB, el “maestrito” conductor y las instituciones

YPFB, el “maestrito” conductor y las instituciones

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Hasta hace no muchos años, el informe de la Fundación Milenio era un acontecimiento esperado y entretenido. En una sala muy elegante, almuerzo de por medio, la gente (sobre todo economistas) escuchaba el desempeño de la economía y luego venía el debate. En más de dos ocasiones, durante este debate, un colega mío justificaba la presencia del Estado en la parte productiva de la economía a través del siguiente razonamiento:

No debiera existir diferencia entre el desempeño de una empresa estatal o privada, porque al final son las mismas personas las que trabajan en una o en otra… con todos sus atributos y defectos.

El argumento parece razonable, mucho más en un medio tan pequeño como Bolivia, donde los profesionales especializados son pocos y casi todos se conocen. No obstante, también hay una historia alternativa que la escuché alguna vez, quizás no en espacios tan elaborados como los almuerzos de la Fundación Milenio, si no entre los maestritos conductores. Uno de ellos se preguntó, conmigo al lado, lo siguiente:

Por qué algunos de sus colegas – chóferes de buses – cuando cruzan la frontera de Bolivia hacia Chile, inmediatamente se ajustan el cinturón de seguridad. La pregunta que se hacía el maestrito era: ¿Por qué una misma persona actúa de forma distinta en dos países?

Y es la respuesta a esta pregunta la que desarma el argumento de mi colega economista – aquél del almuerzo en la Fundación Milenio – porque es perfectamente posible que una misma persona actúe de forma distinta, ya sea al cruzar la frontera o trabajando en una empresa pública o privada.

Una de las respuestas, de la teoría económica, a esta diferencia en el comportamiento de las personas está ligada a las instituciones. No son pocos los trabajos de investigación que asignan a estas llamadas instituciones un rol clave para alcanzar un mayor desarrollo económico, por ejemplo, ¿Por qué en el país A la tenencia de recursos naturales es una “bendición” y en el país B se convierte en una “maldición”? Porque, afirman muchos autores, el país A tiene mejores instituciones que el país B.

Con semejante rol asignado, cabe preguntarse ¿Qué son las instituciones? o mejor aún ¿Cuándo las instituciones son… buenas instituciones? Hay un consenso, casi generalizado en la teoría económica que relaciona las instituciones con las reglas de juego y, más aún, estas reglas de juego son buenas cuando son respetadas. Vamos con algunos ejemplos.

La presencia de un semáforo en una determinada esquina hace que tengamos una pequeña institución, donde las reglas del juego son claras: rojo para detener; amarillo para tener precaución y verde para avanzar. Pero ello no es suficiente, es necesario que los conductores respeten el semáforo para que esta institución, sea una “buena institución”.

Va el segundo ejemplo. Para abrir una empresa usted necesita 20 permisos (municipio, gobernación, ministerios, la abuelita de alguien) ello nos habla de que existe institucionalidad… pero una muy mala, pésima diría yo; semejante carga hace que pocos, o casi nadie, la cumplan y todos terminemos en las agridulces aguas de la informalidad.

Desde mi perspectiva el sector hidrocarburos en Bolivia tiene las instituciones correctas, el Ministerio de Hidrocarburos, YPFB y la ANH; pero deben ser mejoradas. Y ello parte por desligar a dichas instituciones de la influencia político-partidaria. ¿Cómo lograr eso? Me parece que un buen primer paso sería si el presidente de YPFB, así como la máxima autoridad de la ANH (la institución reguladora boliviana) sean nombrados por 2/3 de la Asamblea. Mientras el presidente de la República y/o el Ministerio de Hidrocarburos continúen nombrando y lo que es peor, cambiando a estas autoridades, estas instituciones (muy queridas por muchos) continuarán sujetas al humor del presidente de la República y el insaciable (e indolente) apetito de la sociedad civil por dinero y empleo.

Así como cuando aquella caserita que quiere abrir un puesto de venta de café debe “peregrinar” por infinitas instituciones para adquirir los permisos necesarios, las empresas (nacionales o internacionales) deben también hacerlo para lograr un permiso de exploración de hidrocarburos o la construcción de una estación de servicio… muchas veces apelando a los “contactos” que tanto daño le hacen a nuestro querido sector. Sí, hablo de ese “contacto”, que consigue las citas con muchas autoridades para comenzar una inversión. ¿No le gustaría una Bolivia con reglas del juego claras, transparentes que sean obedecidas, donde no sean necesarios esos “contactos” para poder invertir en una empresa? Si su respuesta es afirmativa, entonces usted y yo somos del mismo equipo, porque ambos creemos en que nuestro país necesita de buenas instituciones y que además sean respetadas.

Como lo mencioné en varios otros textos, el buen desempeño de YPFB, la ANH y el Ministerio de Hidrocarburos depende, en gran parte, de cómo nosotros – la sociedad civil representada en la Asamblea – tratemos a estas instituciones. Mientras las veamos como la “caja chica” del Estado o como la fuente de generación de empleo, pocas cosas cambiarán.

Alguien podría decirme (como ya lo hicieron):

“pero Mauri (así, como nos gusta comenzar una frase… con el ‘pero’ por delante) cómo no quieres que veamos así a YPFB si no hay trabajo afuera”.

Y tiene razón, el sector privado no puede absorber – en este momento – la salida de mano de obra desde el sector público, entonces será necesario apoyar al sector privado… irónicamente, las presiones del empleo para el Estado disminuirán en la medida que éste, el Estado, colabore al sector privado para salir adelante.

Y esa “colaboración” bien puede venir con mejoras en el plano institucional. Ventanillas únicas, menos papeles sellados, menos fotocopias de carné de identidad, un servicio de impuestos con gente bien pagada, respeto al trabajo del funcionario público, una ley de trabajo que copie los acuerdos laborales que se dan en la Feria 16 de julio… y aunque mis amigos en Twitter se enojen, más educación y menos rompemuelles.

Si aún no le convencí de la importancia de las instituciones le invito a realizar el siguiente ejercicio mental: imagine que mañana desea comenzar un emprendimiento privado. ¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza? Justamente, debemos eliminar ese desasosiego, debemos cambiar ese cansancio que a usted se le vino a la cabeza.

Mientras todos esperamos la llegada de Victoria – mi linda sobrina – les mando un cariñoso saludo.

S. Mauricio Medinaceli M.

Medio encerrado

La Paz, 23 de noviembre de 2020

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