Las Reservas de Gas Natural en Bolivia y el Gato de Schrödinger

Las Reservas de Gas Natural en Bolivia y el Gato de Schrödinger

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Deseoso por conocer cómo se vería un Mauricio Medinaceli en miniatura, aún recuerdo la ansiedad que sentí el momento que esperaba los resultados de la primera ecografía de mi hijito. Todo era incierto, desde las preocupaciones médicas estándar hasta las frivolidades más básicas de su servidor, en particular, si su hijito tendría esa nariz que lleva a cuestas por el mundo. Ah! claro, también me preguntaba sobre el sexo del bebé, si era varón sería hincha de mi equipo de fútbol (el poderoso Tigre) y si era mujercita… también.

¿Por qué comienzo con una anécdota tan casera, cuando en realidad debo escribir sobre las reservas de gas natural en Bolivia? Resulta que, curiosamente, ambos eventos, la determinación de reservas de hidrocarburos y las características de un bebé en proceso de gestación, comparten una misma tecnología. Ella consiste en conocer la estructura de un cuerpo, que no es posible visualizarlo, a través de ondas de sonido (eco + grafía). De esta forma, ya sea usted un duro ingeniero de reservorios o un amable «doctor de mamás» enviará ondas de sonido (hacia la tierra o la mamá… en un divertido juego de palabras podría decir «a la madre tierra») y en función al tiempo de «rebote» usted podrá construir, con ayuda de su computador, la estructura del cuerpo que está analizando.

Ahora bien, imagine que usted, como «médico de mamás», tiene una pareja joven al frente suyo, quienes llenos de emoción y con muchas ganas de «armar el nido» le preguntan insistentemente cuál será el sexo del bebé, dado que ellos desean de una vez elegir el nombre (y hablarle por su nombre antes del nacimiento), escoger los colores de la cuna, avisar a las respectivas suegras el color de sus próximos tejidos, etc. Usted comunica a la joven pareja que con sólo dos meses de gestación es muy difícil hacer pronóstico sobre tan delicado tema, dado que sólo existe un 50% de probabilidad de éxito… sin embargo, con base en su experiencia (y dando rienda suelta a su espíritu aventurero) usted piensa que podría ser varón. Ello inmediatamente es correspondido con una sonrisa de la mamá quien ya hizo los test recomendados por las abuelitas, en particular, aquél del cabello y el anillo.

Pasa el tiempo y la dulce y joven pareja hace otra ecografía y en esta oportunidad, con más información, usted advierte que en lugar de «el» heredero, será «la» heredera. Médico y papás intercambian miradas y a usted no le queda otra que reconocer el pronóstico errado inicial y que ahora es necesario asumir que será una dulce bebé la causante de largas noches en vela. Naturalmente los papás muestran su enfado, ellos no entienden que la probabilidad de equivocación era elevada, en realidad sólo se concentran en toda la inversión realizada… para los lectores jóvenes, dentro esta inversión entra, por ejemplo, el color de la cuna, que de un «mono» tono celeste ahora deberá ser un «agraciado» tono rosado… ello, como todo en la vida, cuesta unos cuantos billetes.

Luego de muchas explicaciones los papás le comunican que cambiarán de médico y más aún, usted no será sujeto de recomendaciones futuras. Acostumbrado a papás primerizos toma las cosas con calma, los despide con un fuerte apretón de manos, les desea éxito en el futuro y… claro, no deja de cobrar por la consulta. Sin embargo, una idea queda dando vueltas en la cabeza: «¿acaso alguien no debería regular todo esto?», apelando a su faceta regulatoria más profunda, piensa que el Estado algo podría hacer al respecto. Meses después, luego de amplio debate en el congreso (perdón la Asamblea… es que todavía no me acostumbro) y gracias a iniciativas suyas, se aprueba la Ley donde se tornan más rígidas las normas para avisar a los papás el sexo de los bebés antes de nacer, así no se realizan inútiles inversiones en cunas y vestuario.

Satisfecho con la tarea cumplida, ahora espera nuevos clientes con los que usted, bajo la nueva normativa legal, será más cauto cuando realice sus predicciones. Ciertamente, los papás sólo podrán conocer el sexo del bebé uno o dos meses antes de su nacimiento (la Ley es bien dura en ese aspecto).

Entre otros factores, algo muy parecido sucedió en Bolivia. Cambie los personajes: 1) al médico por la empresa certificadora; 2) los papás por el Estado Boliviano y; 3) al dulce bebé por las reservas de gas natural. Cambios de metodología (gracias a mayor regulación a las empresas certificadoras), mayor conocimiento de los campos de hidrocarburos y problemas geológicos inherentes al sector, hacen que ahora las certificadoras (los médicos del ejemplo) deban ser más cautos al momento de realizar la predicción sobre la cantidad de reservas de gas natural en nuestro país. Porque, así como sólo conocemos el sexo del bebé cuando éste nace, la cantidad de reservas de Bolivia (y de cualquier parte del mundo) se conoce con exactitud cuando el campo se explota completamente… un problema muy parecido al del gato de Shrödinger.

¿Cuál es mi conjetura? Pese a que soy economista tengo muy buenos amigos ingenieros (a quienes debo gran parte del ejemplo utilizado con los bebés) que me comentan acerca de la riqueza que posee nuestro país en materia de gas natural… «no te preocupes por ello» suelen decirme. Entonces ¿dónde radica el problema? Considero que más importante que conocer las reservas exactas de gas natural lo sustantivo radica en conseguir nuevos y atractivos mercados para éste.

Consiga y consolide un mercado atractivo y con alta probabilidad, inversiones y nuevas reservas de gas natural crecerán para abastecerlo. Utilizando la analogía, no se preocupe tanto por el sexo del bebé, preocúpese de darle una buena educación y salud… de hecho, hasta el bebé puede no ser biológicamente suyo, pero el cariño será el mismo y por ello la preocupación constante.

Cuando en la década de los noventa Bolivia decidió vender gas natural al Brasil apostó por un proyecto que consideraba bueno y rentable, los hechos dieron la razón, hoy en día la economía del país no se puede explicar sin dicho proyecto. Utilizando, una vez más la analogía, ese bebé de hace veinte años ahora grande y fuerte nos da de comer… en este sentido, la nueva pregunta sería: ¿podemos pensar en un nuevo bebé que nos alimente en el futuro?

Mauricio Medinaceli Monrroy

Dubai, Mayo 13 de 2011

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